martes, 1 de febrero de 2022

NO NOS CONOCEN

 NO NOS CONOCEN


Tito Ortiz.-


En aquellos primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, mi inolvidable amigo Dámaso, alma mater de Juventudes Musicales en Granada, me encargó la agradable tarea de acompañar a la Joven Orquesta de Colonia, en su gira andaluza haciendo de cicerone. Yo por entonces no hablaba una papa de alemán, cosa que no he corregido con el paso de los años, pero me pusieron a disposición como intérprete a, un componente de la filarmónica que había aprendido español en  una academia de Alemania dirigida por un mexicano. Así que no se pueden hacer una idea, lo que me reía cuando al decirle por ejemplo: Dile a los chicos que a las nueve y media nos espera el autocar en la puerta del hotel. Y de aquel hombretón alto y rubio como la cerveza, alemán, alemán por los cuatro costados, que poseía la voz de bajo al estilo Justino Díaz, se escuchaba la frase: ¡De acuerdo mano, ahoritamismo se lo digo!, todo con la musicalidad de Mario Moreno Cantinflas. Tengo que reconocer que fueron unos días inolvidables, y que en la cena de despedida que tuvimos en el Restaurante Americano, en La Gran Vía con Tinajilla, fueron tan generosos conmigo que hasta solté una lagrimita.

Pero fueron unos días de convivencia, que ni ellos ni yo olvidaremos. Me sorprendió como gente cultivada no tenía ni idea de nuestra tierra, costumbres e historia, sus personajes y peso específico. El día que los llevé a Castañeda y les pedí un “Follasa”, cuando le dije al traductor que les dijera lo que estaban tomando, el espurreo junto con las carcajadas fue descomunal. Los llevé a la Alhambra donde alucinaron, pero más, cuando los subí a La Mimbre y descubrieron por primera vez en su vida la sangría, no había forma de llevárselos de allí, de aquel viejo kiosco de madera pintado de verde. Hasta entonces, algunos creían que Granada era una isla en el Pacífico, cuando conocieron su historia in situ se llevaron una gran sorpresa, la misma o más grande que la que vivieron cuando nos tocó el concierto en el Conservatorio de Sevilla, y a sus puertas nos recibió el pianista y presidente de JJ.MM. Julio García Casas, con el que terminado el acto, fuimos a la Alameda de Hércules, y descubrieron con asombro lo que significaba la experiencia de compartir una cerveza con un cartucho de pescado frito. Había que ver aquellas caras de sorpresa y satisfacción. Como el día que fuimos a Málaga, y en lugar de reservar en un restaurante para comer, me los llevé a “Casa Guardia” para que probaran un vino dulce con una concha fina y su chorreoncito de limón, como se relamían. Aquella tarde, bordaron la Inacabada de Shubert en el teatro Cervantes. En la playa de El Zapillo de Alamería les hice descubrir para su paladar, la gamba roja y el gallo pedro, un placer para los sentidos.

En fin que fue una experiencia que ni ellos ni yo hemos olvidado, y fíjate que han pasado los años, pero a juzgar por los acontecimientos, parece que los alemanes siguen sin conocernos. De otra forma no se entiende que se tiren en parapente y se queden colgados de unos cables de alta tensión. Para colmo, estamos en la era del GPS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario