Ermita de Churriana. (Víctor Ortiz Nieto)
DE
FRASCUELO A MONTERO
Tito
Ortiz.-
Las primeras fuentes
históricas escritas que hacen mención expresa de Churriana son de la Edad
Media, momento en el que sus tierras se dedicaban, más intensamente, a la
producción agrícola y a una floreciente industria de la seda. La muestra del
florecimiento cultural hispanomusulmán en Churriana está aún hoy presente por
la existencia de un baño árabe o Hammam junto a la acequia principal del
pueblo, “Arabuleila”, y el puente que sirve para cruzarla, son los únicos
elementos de origen musulmán que se conservan de lo que fue la alquería
Yurliyana, aunque ambos están soterrados. De la importancia del enclave y la
discreción de sus vecinos habla el hecho histórico de que, al final del reino
nazarí de Granada, tuvieron lugar en Churriana de la Vega, las negociaciones
previas de Gonzalo Fernández de Córdoba, en nombre de los Reyes Católicos, con
los representantes de Boabdil, para llevar a Santa Fe las capitulaciones de rendición
de Granada.
Me consta el empeño personal
de la consejera de fomento, Rocío Díaz, de recuperar cuanto antes estos baños
para la visita ciudadana. Unas obras que coinciden con otras no menos
importantes de su responsabilidad, como las de llevar el metro hasta Churriana,
asunto éste que ya es palpable en algunas calles de la población que, Vicente
Valero se empeñó en convertir en un museo al aire libre, y a fe que lo ha
conseguido, pues Churriana posee en su entramado urbano, una serie de
monumentos, unos para glorificar a sus hijos insignes, y otros para humanizar
el trato social entre iguales.
FRASCUELO
En el año 1998, el entonces,
alcalde médico de la localidad, me invitó a presentar un acto que, sería el
pistoletazo de salida para iniciar ese museo escultórico al aire libre de
Churriana, Se trataba de rendir homenaje en bronce a uno de sus hijos más
ilustres, el legendario matador de toros, Salvador Sánchez Povedano “Frascuelo”
que, tomó la alternativa el 27 de octubre de 1867 de manos de Francisco Arjona
Herrera «Cúchares», con un toro llamado Señorito. Mantuvo, lo mejor de su
carrera desde 1868 hasta 1889, una famosa rivalidad con Rafael Molina
«Lagartijo» comparable a la que antes mantuvieron Pedro Romero y Costillares y
después Joselito y Belmonte. Entre sus faenas destacarían las de la plaza de
toros de la Puerta de Alcalá los días 19 de septiembre de 1869 y 22 de octubre
de 1871, la de la Corrida de la Beneficencia de 1874, donde estoqueó seis
toros. Ese mismo año, mató el último lidiado en la plaza de la Puerta de
Alcalá. En la Corrida de la Beneficencia de 1882, sostuvo un mano a mano con
Lagartijo. Inauguró la plaza de toros de La Línea de la Concepción el 20 de
mayo de 1883 junto a Antonio Carmona (el Gordito de Sevilla) y Antonio Ortega
(el Marinero de Cádiz). El 2 de junio de 1886 inauguró la plaza de toros de
Haro en festejo con Lagartijo. El descubrimiento de su bronce, fue un
acontecimiento en el que estuve acompañado por el poeta Manuel Sola, que se
encargó de glosar la figura de tan insigne vecino que, conquistó Madrid,
incluida la corte, con la infanta Isabel «La Chata», quien siempre que pasaba
por Torrelodones en tren, ordenaba que se detuviera para poder saludarle.
MONTERO
Tuve la suerte de conocer al
cura Montero - como me permitía llamarle – durante mis años de ejercicio
profesional en Radio Popular de Granada. Yo lo admiraba como persona, como cura
con las ideas más claras que el caldo de un asilo, y porque entonces, era el
único periodista con sotana, algo que, por aquellos años, chocaba bastante con
los sacerdotes al uso.
Antonio Montero Moreno,
churrianero del año 1928, Inició estudios eclesiásticos en el seminario de
Granada. Obtuvo las licenciaturas en Teología en la Facultad de Teología de
Cartuja de nuestra ciudad, y de Historia de la Iglesia por la Universidad
Gregoriana de Roma. Se doctoró en Teología por la Universidad Pontificia de
Salamanca y se graduó en la Escuela de Periodismo de Madrid. Un asunto éste que
causó mi admiración. Recibió el orden sacerdotal en la archibasílica de San
Juan de Letrán de Roma el 19 de mayo de 1951, y tras ocupar los puestos de
coadjutor en la parroquia de San Agustín, capellán del Hospital Clínico de San
Cecilio y profesor en el Colegio de Cristo Rey, todos en Granada, fue nombrado
subdirector de la revista «Ecclesia» en 1953, y en 1958 director de la misma,
labores que simultaneó con las de profesor de Historia eclesiástica y de
Patrología en el Seminario Hispanoamericano de Madrid, y con la creación en
1955, junto con otros sacerdotes, y la dirección, hasta 1969, de la editorial
Propaganda Popular Católica (PPC), que siguió presidiendo con carácter
honorario.
El cura Montero, entornaba los
ojos para mirarte de una manera penetrante, era inteligente como él solo y, de
sonrisa oportuna. Fue nombrado por Pablo VI obispo titular de Regiana y
auxiliar de Sevilla el 4 de abril de 1969, y fue consagrado el 17 de mayo del
mismo año por el cardenal Bueno Monreal en la catedral de hispalense. Juan
Pablo II lo nombró obispo de Badajoz el 3 de mayo de 1980 y arzobispo de Mérida
Badajoz, al crearse esta archidiócesis el 28 de julio de 1994. Al cumplir
setenta y cinco años, presentó su renuncia, que le fue aceptada, pasando a ser
arzobispo emérito de la diócesis. Se fue con la elegancia que yo le sospechaba,
y su pueblo le ha puesto una estatua en la plaza de la Ermita, su lugar de
juegos e infancia.
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