lunes, 17 de agosto de 2015
EL PATIO DE LOS ALJIBES
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Placeta de Los aljibes
A los dos años de conquistada la ciudad por los reyes católicos, en éste espacio que separa La Alcazaba de Los Palacios, el Conde de Tendilla, mandó construir un par de aljibes, y de ahí recibe la plaza su nombre. Bajo los pies del visitante el espacio para almacenar el agua, y de fondo, ese paisaje millones de veces pintado y fotografiado que es, el barrio del Albayzín y del Sacromonte. Aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en que el recinto alhambreño fue de los granadinos, y todavía sobrevivimos algunos niños que tuvimos la inmensa suerte de jugar al pilla pilla, o a la pelota, por estos jardines y en ésta plaza de los aljibes. Los albaicineros cruzábamos al otro lado por la Cuesta de Los Chinos, para refugiarnos del calor, y no era raro ver a las familias dar de merendar a sus niños en los bosques, o incluso en pleno verano, la cena, antes de llegar a casa y enfrentarnos de nuevo con el rigor de las temperaturas. En el kiosco de la plaza, se nos abastecía gratuitamente de agua en grandes vasos, extraído el líquido elemento en robustos cubos de madera, asidos con cadena a la buena polea. Se escanciaban en las piletas de piedra de Sierra Elvira, servidos a través de enormes grifos bronceados. En aquel paraíso de la sed, los juegos de infancia siguen presentes, y los acontecimientos, también.
Primer Concurso de cante jondo
Los días trece y catorce de Junio de 1922, en ocasiones hasta con lluvia, se celebra en ésta plaza, el Primer Concurso de Cante Jondo de la historia, organizado por los intelectuales inquietos de Granada. Falla y Federico encabezan una larga lista, a la que se suman incluso artistas del extranjero, preocupados por la decadencia del arte gitano andaluz. En el Centro Artístico Literario y Científico, se monta escuela para aquellos aficionados que quieran perfeccionar su estilo. En tan histórico lugar, motor dinamizador de la actividad cultural granadina, Lorca pronuncia, con la debida antelación, su conferencia sobre el Cante Jondo para ir haciendo ambiente. Granada bulle con las vísperas del acontecimiento, del que pronto se tiene la sensación, que va a desbordar todas las expectativas, como así fue. El éxito de la conferencia es tal, que al día siguiente la tiene que repetir en el teatro del Hotel Alhambra Palace, incluyendo algunas interpretaciones a la guitarra, de su amigo, Andrés Segovia. Zuloaga, Gómez de la Serna, Rusiñol, Edgar Neville, Manuel Ángeles Ortiz, Joaquín Turina, Óscar Esplá, Ángel Barrios, o Fernando de los Ríos, son sólo una pequeña muestra de los que hicieron posible el triunfo de un veterano como, Diego Bermúdez “El Tenazas”, y de un niño que el mundo conocería después como el gran, Manolo Caracol. El flamenco, por fin se dignificó como arte en un escenario, y eso fue en Granada, en La placeta de Los Aljibes de La Alhambra.
Andrés Segovia
Como ocurrió años después con Paco Guerrero, entonces el genio creador también vino de Linares, para hacerse en Granada. Andrés Segovia es sólo un niño, cuando descubre en el taller de carpintería de su tío, a un gitano que ahoga sus penas tocando una guitarra, y desde aquel momento, queda preso del instrumento de madera y seis cuerdas. Se traslada a Granada para estudiar el instrumento, da su primer concierto con catorce años, y al año siguiente se planta en Madrid, donde es aclamado. Ya por entonces, Andrés ha profundizado en el instrumento, y pese a que el detonante de su dedicación ha sido el flamenco, él ya se está formando y dirigiendo su trayectoria, optando por la guitarra clásica, aconsejando incluso a algunos constructores del instrumento, para que modifiquen la caja armónica, su ancho, y el tipo de cuerdas a utilizar. A él se debe que a partir de su virtuosismo, el mundo entero se rindiera a la guitarra, y la aceptara como instrumento musical al servicio de la música clásica. Granada capital en sus primeros años, y la costa en su última etapa, fueron sus residencias habituales, hasta el punto de que S.M. Juan Carlos I, el día de su onomástica de 1981, lo nombró, Marqués de Salobreña.
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