martes, 25 de agosto de 2015
HOTEL REÚMA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Hotel Reúma
Incrustado en el bosque alhambreño, a los pies del monumento nazarí, en la margen izquierda del Darro, éste hotel de efímera existencia, forma parte del paisaje granadino desde hace más de un siglo. Los ojos del niño, Marino Antequera, vieron crecer la construcción, que pronto – por su aspecto – chuscamente fue llamado, “La Maleta.”
Situados en la Casa de Las Chirimías, frente a la puerta de Guadix, por al puente del mismo nombre, se accede a un lugar de privilegio y frescor para el verano, con unos cármenes, que en su momento, fueron la envidia de la Granada pudiente. El Carmen del Granadillo, o el de Santa Engracia, donde vivó Falla durante un tiempo, comparten la tierra de La Alhambra. Y fue en éste lugar donde, Reyes Clavero y su esposa Gumersinda, deciden construir sobre los cimientos de una espartería, el que fue llamado, Hotel Bosques de La Alhambra, y considerado como un lugar encantador, según atestiguaron sus huéspedes, que sólo pudieron disfrutarlo hasta el año en que se hundió el Titánic, dado que las aguas del Darro, que regaban sus cimientos, proporcionaban un grado de humedad superlativo a la construcción, lo que dio al traste con el proyecto en 1916. Desde entonces, el edificio adoptó por votación popular, el nombre de Hotel Reuma, y dado su aspecto visto a distancia, el de “Maleta”.
Usos y costumbres
Está documentado que en la guerra incivil fue utilizado como hospital, y una vez abandonado de nuevo, en la década de los cuarenta del siglo pasado, al parecer fue sede de la logia masónica, “Alhambra”. Durante las dos décadas siguientes, y dado que el ayuntamiento montaba sobre el río un gran escenario, donde tenían lugar las actuaciones del Corpus, sus instalaciones fueron utilizadas como camerinos de los artistas. Por ellos pasaron desde Antonio Mairena, Alberto Cortés, Mocedades o, Dexter Gordon, con su cuarteto de saxofones, que cada vez terminaba una pieza, se volvía hacia la Alhambra iluminada, y le ofrecía su saxo en actitud reverente. Zarzuelas y teatro formaron parte del programa, y todavía hay quién recuerda, una actuación extraordinaria de Fernando Delgado y Charo López, haciendo “Maribel y la Extraña Familia, y “Tres Sombreros de Copa”, que estarán en la retina para siempre, en ese lugar privilegiado bajo la torre de Comares. Tampoco han faltado en la historia del edificio, fantasmas nocturnos a la moda de almas en pena, ocupas antisociales resistentes a la humedad, tal vez por el poco uso que suelen hacer del agua, y alguna satisfacción amorosa con nocturnidad.
Marino Antequera
Pues en éste lugar, en el Carmen del Granadillo, nació un año antes que García Lorca, Marino Antequera García, testigo hasta su muerte nonagenaria, de toda la historia concerniente al Hotel Reúma. Don Marino, quizás por el lugar donde nació, fue un excelente pintor paisajista, especializado en el Generalife y sus alrededores, casi siempre pintando del natural, acarreando estuche de pinturas y caballete, con permiso de los Marqueses de Mondéjar, para entrar cuando quisiera al recinto. Profesor de Historia del Arte, se implicó en toda la actividad cultural de Granada, desde el Festival Internacional de Música y Danza, El Centro Artístico, La Fundación Rodríguez Acosta, La Asociación de La Prensa, y éste nuestro periódico Ideal, al que perteneció desde su fundación, hasta su muerte con casi cien años. Presidió La Academia de Bellas Artes, y durante su actividad como crítico de pintura, siempre encontró las palabras exactas para aconsejar a los que empezaban en el difícil mundo de los pinceles, y eran muy celebradas sus intervenciones en las muchas subastas de arte que dirigió. Aquel niño que hizo sus primeros dibujos en el colegio de Cristo Rey, y que en la Primera Guerra Mundial ya era ayudante de la clase de pintura en Artes y Oficios, fue un hombre de agradable conversación, que un día confesó su secreto, para llegar a la vejez con toda la lucidez necesaria. Lo primero, que desde niño no había dejado de tomar sus diarias, sales de magnesio, y lo segundo y más importante, que jamás había corrido, ni para coger el tranvía. Se jactaba de no haber hecho deporte nunca, y a eso achacaba el estar cerca de los cien años.
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