lunes, 24 de agosto de 2015

MOTRIL

GRANADA EN BLANCO Y NEGRO Tito Ortiz.- Motril Cabecera de la comarca de la costa, pueblo laborioso y acogedor por la bondad de sus gentes, se dirime entre el campo y la mar, entre el turismo y la industria, entre la cultura y el divertimento. Motril… es mucho Motril. Motril es poner la radio, y escuchar la voz aterciopelada de Mari Pepa Gómez, la eterna duda existencial entre la apuesta de futuro del turismo o de la industria. Motril es, el saco de patatas que Juan Antonio Escribano Castilla, ordena meter en el maletero del coche de Franco, porque son las que le gustan a doña Carmen Polo, y el del Partido del Trabajo de España, con Enrique Cobo, como el primer rojo que llega al poder municipal tras la dictadura. Motril es fenicio, romano y musulmán, pero también es cristiano, descreído, y ateo. Motril sube al cerro, a rezarle a su Patrona La Virgen de la Cabeza, mientras hace el amor en la playa de Las Tres Erres, de noche y a escondidas, en el rebalaje, al abrigo de miradas indiscretas. Motril escucha emocionado, el rezo de las madres nazarenas tras la celosía conventual, a su cristo granaíno, cuando sale de madrugada, mientras se divierte en La Gruta, escuchando a Los Frenéticos. Motril es el azul del mar que descubren tus ojos al salir del túnel de La Gorgoracha, y el vino añejo con queso de chicharrones que te ofrece El Ramblero. Motril sube llorando a sus muertos por la calle Cementerio, pero se desvía a la izquierda, para divertirse un rato viendo un partido de fútbol. Motril viene del médico en la capital, y para en Vélez de Benaudalla a comprar pestiños, pensando en devorar en cuanto llegue, la rica torta real de la familia Videras. A Motril se entra por la carretera del puerto, si lo que quieres es saludar a Paco Montero, que con su guardapolvos, te irá dando a oler los corchos de las barricas, o por las “esplanades”, si quieres llegar a La Piscina y tomarte las mejores quisquillas. Motril baja por lo Caracolillos de Vélez en moto, y navega en la barca de un marengo. Motril, el de la calle Misericordia, frente al haza sembrada de “habicholillas”, donde por la noche, sentados a la puerta de la casa de mis tíos, veíamos el castillo de fuegos artificiales de las fiestas de, Los Tablones. Motril… es mucho Motril. López Rubio José Joaquín Francisco Cesáreo Caraciolo Isaac de Santa Lucía y de la Santísima Trinidad López Rubio, nació en Motril al finalizar el primer trienio del siglo veinte, y desde aquí conquistó el mundo. Guionista, dramaturgo, director de cine, historiador del teatro, académico y humorista español de la Generación del 27, Pepe López Rubio, como a él le gustaba que lo llamara, pasó su infancia en Granada y la adolescencia en Madrid. Ya para 1918, su labor creativa en la escena, había obtenido premio. El humor motrileño, está impreso en esa primera novela en la que un hombre muere y resucita seis veces, no hay que olvidar que en esa época, el motrileño de codea en Madrid con Enrique Jardiel Poncela. Un monstruo del humor, del que quedaría influenciado. En los años treinta del siglo pasado, fue llamado a Hollywood por la Metro Goldwyn Mayer, para supervisar sus producciones en español, trabajo éste, que también realizará en la Fox. En la década de los cuarenta regresó a España, para cosechar grandes éxitos, y en la de los cincuenta, ingresó en La Real Academia de La Lengua, en cuyo discurso de ingreso, no se olvidó de amigos como Tono, o Miguel Mihura. Tampoco se olvidó de su hermano Francisco, gran ilustrador y caricaturista, con el que había compartido inquietudes profesionales, de entre las cuales, destaca su trabajo en La Codorniz, la revista más audaz, para el lector más inteligente. La Caramba Y si Motril da académicos ilustres de las letras como López Rubio, también da personajes como, La Caramba. María Antonia Vallejo Fernández, nace aquí en Motril mediado el siglo XVIII, y pronto empieza a sentir una vocación por los escenarios, que la llevarán a lo más alto. El Madrid de la época se rinde a los pies de ésta motrileña simpática y casquivana, que canta, baila y actúa con toda solvencia, alzándose con el cetro de la tonadilla por aquel entonces. La propia Duquesa de Alba llega a denunciarla, por sentirse ridiculizada en una de sus coplillas, asunto éste que no va a mayores, dadas las altas amistades que La Caramba tenía en la corte. Al final de sus días, María Antonia dio un giro a su vida, retirándose de la sociedad, para enclaustrarse como mujer religiosa y piadosa, y así terminar sus días, lo que hizo que su popularidad, creciera a modo de gran mito de la época, cantada en coplas. Doña Concha Piquer, glosó su figura con gran cariño. Y es que Motril… es mucho Motril. Nos vemos en el rebalaje.

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