domingo, 30 de agosto de 2015

LAS ORILLAS DEL DARRO

GRANADA EN BLANCO Y NEGRO Tito Ortiz.- Las dos orillas del Darro Si hay una granadina que nació viendo el río Darro desde las dos orillas, esa es Mariana de Pineda. Se puede decir que el suyo es el barrio de santa Ana, y que desde aquí, soñó una Granada más justa y libre, pagando su anhelo con la vida. Dicen, los que de esto saben, que El Darro llegó a tener a su paso por la ciudad un total de catorce puentes, algunos de ellos conservados bajo el embovedado, que en algunos tramos comenzó a producirse en el siglo XVII. Pero la auténtica imagen del Darro urbano, histórico y cosmopolita, es la que se obtiene en el tramo comprendido entre la Iglesia de san Pedro y la de santa Ana. En esos metros, El río que en su momento dio oro, regala al mundo su belleza blasonada por diez siglos de historia, piedra a piedra, arco a arco. Y en éste tramo de sus aguas, será donde fijemos nuestro relato veraniego de hoy, ya sea, aguas arriba, o abajo, pues la historia es la que es, y la belleza inamovible. Para recrear nuestra vista de paseantes exhaustos por “ la caloh”, en busca de refugio donde mitigar nuestros males, nos queda el puente, de El Aljibillo, con sus sillares a soga y tizón, que nos permite cruzar al avellano o la cuesta de Los Chinos, esa que por fin ya parece estar arreglada, cuya pavimentación al parecer ha sido el parto la burra, que diría un albaycinero. Aguas abajo, el puente de Las Chirimías, que desde la casa del mismo nombre, cruza hasta el hotel Reuma, y nada más bordear la iglesia de san Pedro, frente a los baños árabes, los restos del que fuera el puente más importante: El Puente del Cadí, o puerta de Los Tableros, que no sólo conectaba el Albayzín con la Alhambra, sino que permitía maniobrar las aguas, a conveniencia de los regidores. Espinosa y Cabrera Siguiendo el curso de las aguas, el siguiente puente sobre el Darro es el de Espinosa, casi a la puerta del Centro de Documentación Musical de Andalucía, que conecta Albayzín y barrio de La Churra, pero que entre ambos, alberga la calle de santa Ana, en paralelo al cauce y por donde tiene la entrada a la sacristía, el templo a los pies de La Almanzora. Este puente de arco único, como sus hermanos, es de aspecto más tosco, debido a su construcción cristiana datada hacia el siglo XVII, si bien no se puede descartar que antes ya existiera otro en su lugar, dadas las lógicas necesidades de conectar un barrio y otro. Éste puente Espinosa, junto con su hermano de más abajo, el puente Cabrera, es muy posible que sean los dos puentes más pintados y fotografiados de la historia, pues no hay imagen de Granada en el mundo que nos identifique más, exceptuando la de la Alhambra. Estos dos puentes es muy posible que se construyeran sobre anteriores, que no resistieron a finales del XVI, el estallido del polvorín existente junto a la Iglesia de san Pedro, y en el tramo que ellos presiden, hasta llegar al inicio del embovedado en la plaza de Santa Ana, junto a su iglesia, nació y vivió una mujer ejemplar e inolvidable. ¿Por bordar una bandera? Desde el puente de Espinosa, aguas abajo, hasta las puertas de la Chancillería, discurre una vida. Mariana nace en una orilla del Darro y vive de casada en la otra, aunque el final de sus días se celebra en un pañuelo, que es la distancia que separa su casa de la calle Águila, del Convento de Las Arrecogías del Beaterio de santa María Egipciaca, situado en la única mitad de la calle Recogidas que en ese año existía. Hija de madre soltera, pero de familia noble, mariana crece en la clase social acomodada de la época, y casa con tan sólo quince años. Un hecho que marcará su vida pues enviuda al poco tiempo. Mujer inteligente y culta, era lógico que no pudiera comulgar con el Régimen impuesto por Fernando VII, rey taimado y sanguinario, cuyo proceder, tanto animó a la causa republicana de todos los tiempos. Es muy posible, que de ser Mariana menos valiente, y de no existir en el mundo un ser abyecto y enamorado de ella como el alcalde del crimen, Ramón Pedrosa, la causa hubiera sido otra, y otro su resultado. Mariana fue elegida para el cadalso, como hecho ejemplarizante, no contra las gentes del pueblo, sino, contra la clase noble y acomodada, que a pesar de sus estatus, no comulgaba con un rey tan despreciable como el de aquellos días. Ésta ciudad, tan valiente y defensora de sus convecinos, cuando Mariana a lomos de un borriquillo, iba camino del cadalso, lejos de revelarse, al paso de la lúgubre comitiva, cerraba los postigos de balcones y ventanas, como no queriendo ver la escena. Típico nuestro.

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