domingo, 16 de agosto de 2015
SALOBREÑA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
El Monte de Los Almendros, en nuestra costa, fue el lugar elegido por el dramaturgo granadino, José Martín Recuerda, para vivir sus últimos años, y allí junto al mar, descansa por voluntad propia eternamente.
Salobreña
Ese balcón al mar llamado Salobreña, es poblado en el siglo XIII a.c. por los fenicios, y desde entonces, Salobreña se convierte en una vega de buenos frutos, buena ganadería y mejor pesca. Más tarde llegan al lugar los cartagineses, y dos siglos antes de la cristiandad, los romanos, hacen del lugar, un centro de producción de vino, aceite y salazones, cuyos vestigios llegan hasta nuestros días. De tal forma, que por aquí comienza la dominación árabe, allá por el siglo, VIII, convirtiéndose en alquería de vital importancia, con el cultivo de la caña de azúcar por bandera. Avanzado el siglo XVI, el Marqués de Mondéjar, acabó con las últimas revueltas de sublevados, haciéndose los castellanos con el terreno. El castillo que corona la población en lugar tan estratégico, ha sido a lo largo de su historia, fortaleza, palacio y prisión, y durante algunos años del siglo XX, en su interior, se pudo observar un león enjaulado, regalo de un sultán a un fotógrafo, que el alcalde instaló en la fortaleza, lo que propinó no pocas visitas de curiosos, para ver a Jimmy, que en honor a Carter, recibió su nombre.
Refugio de capitalinos
Salobreña no ha sido solo un paraíso para sus habitantes, sino para los granadinos de la capital, que en el siglo XIX, en pleno florecimiento de la industria azucarera, fueron descubriendo las condiciones climáticas extraordinarias de la villa, que permite vivir unos veranos, más benignos que en tierra adentro. Si algo ha distinguido al siglo XX granatensis, ha sido la oportunidad de escaparse a la playa, en un tiempo prudencial, que permite la ida y vuelta en un solo día. En Salobreña nació el término "dominguero", para definir así al capitalino de seiscientos, sombrilla y nevera, que con la fresquita salía de Granada, para llegar a tiempo de colocar el parasol en un buen sitio. En salobreña se saboreó el primer arroz en el peñón, guisado con una piedra de la mar, el primer espeto de sardinas plateadas, como salidas del taller del orfebre albaycinero, Manuel Martín, la primera gaseosa Sanitex, que vino a sustituir por su mayor fuerza a la clásica Casera, o a la competencia, La Pitusa. Son innumerables las generaciones de granadinos, que hemos aprendido a nadar en sus aguas, y muchos que se lo han podido permitir, han tenido aquí su segunda vivienda, o la primera, como es el caso que nos ocupa.
José Martín Recuerda
Uno no elige donde nace, pero si puede decidir dónde vivir, incluso, donde morir. Y eso fue lo que hizo el dramaturgo granadino, José Martín Recuerda, que aunque nacido en el corazón del casco histórico granadino, sus últimos años optó por el salobreñero, Monte de Los Almendros, y al sonar la aldabada postrera, eligió su cementerio, lo mismo que Severo Ochoa en Luarca, con vistas al mar y olor a salitre en el ambiente. Pepe Martín Recuerda, fue un genio de su tiempo, algo desinhibido, de lengua suelta y escritura irreprochable. Llegando incluso al enfrentamiento público, como lo puede atestiguar, Antonina Rodrigo, objeto de sus disparos verbales, aquella tarde en el Corral del Carbón, donde los presentes no dábamos crédito a lo visto y oído. Pepe Martín Recuerda, era así. Con su obra literaria, ya en 1947, había dado un puñetazo en la mesa. Su obra, "La Llanura", es un mazazo de teatro realista, con la que el autor granadino, se define sin tapujos, dejando clara su opción de mensaje social, en un momento en el que sus compañeros creadores, salvo honrosas excepciones, no están por la labor. Pepe es sin duda, desde el punto de vista creativo, lo mejor del teatro de Granada de todos los tiempos, y aunque la crítica fácil lo define como heredero de Valle Inclán y Lorca, desde nuestro punto de vista, el genio granadino de Martín Recuerda, supera con creces a los nombrados, en cuanto al arte de Talía se refiere, pues la contundencia de sus tramas, y lo desgarrado de sus protagonistas, están muy por encima de los referidos. No en vano, ese realismo contundente de su obra, le acarreó serios problemas, incluso con su propia familia, a la que no se resistió en retratar en obras como, "El Caraqueño", que le supuso un distanciamiento de por vida, de uno de sus hermanos. Él, que tanto escribió para las caretas sobre el escenario, nunca tuvo la suya propia, de ahí que en ocasiones pudiera parecer incluso arisco, pero los genios son así, y a Pepe, ésta ciudad que es la suya, aún no le ha hecho justicia, tal vez por eso, eligió... Salobreña.
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