domingo, 16 de agosto de 2015
LAS POSADAS
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
En la Granada urbanita de comienzos del siglo XX, causó más de un asombro, el hecho de que Matilde Cantos Fernández, fuera mujer progresista, estudiada, luchadora por la igualdad y la libertad, y sobre todo, la primera en conducir un coche por nuestras calles.
Las Posadas
Al mes tercero, de la llegada al mundo del más grande poeta de Granada, vino en nacer una preclara mujer que moriría en el pueblo de poeta, como si se tratara de una premonición, a pesar de venir al mundo en el centro de Granada, entre el bullicio de las posadas, el comercio capitalino y sus mercados.
Fueron siempre las posadas granadinas, refugio de personas humildes, visitadores de medio pelo, huidos de la justicia, estraperlistas y pendencieros, o soldados sin graduación, que nunca hacían ascos si tenían que compartir jergón con mula de arriero. En el diapasón humano que forman en paralelo las calles de Elvira, Mesones, Alhóndiga y Puentezuelas, se encontraban las mejores y más acreditadas posadas de la capital, que recibían a diario, tanto las diligencias venidas de otras tierras, como los cosarios en busca delos encargos pueblerinos. Con los tranvías pasando por sus puertas, la mayoría de las posadas se convierten en un núcleo vivo de actividad frenética, en la que también se incluye con discreción el lenocinio. Por unos reales de peseta, se incluye pernoctación y comida, claro que en ocasiones, van en el lote, todo tipo de chinches, piojos, pulgas y garrapatas, como resultado de la escasa división – a veces ninguna – de dormitorios y cuadras, y la escasa necesidad de higiene, que proclaman la mayoría de los que hasta aquí llegan.
Parada y Fonda
Las posadas suelen tener gruesos muros, de ahí su benignidad en verano y resguardo en invierno. También se aprovechaban los espacios para ofrecerlos a artesanos. Recovecos de escaleras, esquinazos de patio, sótanos o cuadras, sirvieron en ocasiones como talleres de todo tipo. Tapiceros, carpinteros y barnizadores, encontraron con asiduidad, estancias en posadas, que por módico precio, les permitían desarrollar su trabajo, como fue el caso de Serafín, un gran maestro barnizador, que hasta el tercio del siglo XX, tuvo su taller en la desaparecida posada, El Sol, en la calle Alhóndiga. No menos afamadas y duraderas en el tiempo fueron otras, como, la de El Pilar del Toro, en la calle Elvira, llamada así por su proximidad al pilar de agua mencionado, que después fue trasladado a la plaza de Santa Ana, donde ahora se encuentra. O la Patazas, que fue derruida para prolongar la calle de Recogidas, junto con el Beaterio de Santa María Egipciaca, lugar donde pasó sus últimas horas detenida, Mariana de Pineda, y que cuando ya estaba reducido a escombros, la escritora granadina, Antonina Rodrigo, tuvo el arrojo suficiente, como para recuperar de entre los cascajos, la llave de la celda donde estuvo recluida, la heroína de la libertad.
Matilde Cantos Fernández
Pues en éste batiburrillo del centro de la ciudad, se cría Matilde, que pronto opta por, implementar a su persona una militancia de género, que lleva implícita, la izquierda política como ideario, y la igualdad de la mujer como hecho irrenunciable en un mundo de hombres. Cosa que nadie sospechaba en principio, dado que Cantos Fernández era hija única, y además, de familia muy acomodada. Traba pronto amistad con los intelectuales de aquella Granada de los años veinte, publica en la prensa local con asiduidad, y el año en que se construye la actual plaza de toros de Granada, Matilde marcha a Madrid, donde comienza a militar en el PSOE. Deslumbrada por la audacia de Victoria Kent, responsable entonces de prisiones, oposita y consigue plaza como funcionaria, y durante la segunda República se integra en él, Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, al mando de Dolores Ibárruri. Participó en la campaña para elegir a, Manuel Azaña, y durante la guerra del 36, recorrió todos los frentes junto a Miguel Hernández y Rafael Alberti, animando a las tropas combatientes, que defendían la legitimidad del gobierno salido de las urnas. Hasta la llegada de Hitler, estuvo exiliada en Francia, de donde tuvo que huir hasta México, lugar del que vino el año en que Massiel ganó Eurovisión, y al ser reconocida en Barajas, pasó por la Dirección General de seguridad en la Puerta del Sol, pero sólo pasó, afortunadamente. El año en que Salomé, ganó de nuevo el dichoso concurso, se vino definitivamente, y aquí estuvo con nosotros hasta su muerte, en 1987. Su trayectoria de mujer luchadora por la libertad es tan grande, que sería muy injusto pasarla a la historia, por ser la primera en conducir un coche por Granada, pero igual de injusto sería no reseñar esto, ya que a poco que se estudie el hecho y su contexto histórico, será de ciegos no valorarlo. A su paso, algunos hombres gritaban: ¿Pero dónde van a llegar las mujeres? dentro de nada, querrán hacer también la mili.
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