lunes, 3 de agosto de 2015
JARDÍN BOTÁNICO
VERANO EN SEPIA
Tito Ortiz.-
El Jardín Botánico
El tesoro granadino más oculto, pero a la vista de todos, es sin duda el Jardín Botánico. No existe una maravilla de la naturaleza que se le compare a muchos kilómetros a la redonda. Sus plantas son tesoros centenarios, y a pesar de dar a tres calles; Málaga, Escuelas y Duquesa, y contar con una portada acorde a su importancia, el jardín botánico granadino, paraje de frescor en las calores, y crisol de tonalidades en otoño, pasa desapercibido al paseante, e inadvertido al visitante, al carecer de la promoción turística que merece. Es más, yo diría que históricamente, no ha sido valorado por los nativos, y en ocasiones, ni por la comunidad universitaria que le dio el ser, allá por 1783, aunque su esplendor tardaría decenas de años en llegar. Su pórtico labrado en piedra por Francisco Morales, con los rostros de dos ilustre botánicos, Cavanilles y Lagasca, deja ver a las claras, del alto nivel que se le pretendió dar al recinto, anexo a la Facultad de Derecho, sobre el antiguo huerto del Colegio San Pablo de la Compañía de Jesús. Muchos fueron los profesores que a lo largo de su historia, consiguieron tener en éste jardín, único en su especie, una herramienta fundamental para la docencia, sobre todo vinculada a la Facultad de Farmacia.
Especies únicas
No existe referencia histórica consultada sobre éste lugar, que no presuma de contar con el "Ginkgo biloba", árbol de los primeros que se plantaron en la península, el "pinus canariensis", todo tipo de plantas medicinales, junto a celindas o el caqui de Virginia, y así hasta casi setenta especies distintas, unas dignas de conservar y admirar, otras objeto de estudio reglado, y las meramente ornamentales, que en la actualidad le dan al recinto una especie estética de jardín romántico, digno de ser paseado y disfrutado, no sólo por alumnos y docentes, sino, por la ciudadanía, que debería conocer y disfrutar tan selecto lugar, situado en el corazón de la Granada histórica. Su frondosidad, lo hace el lugar ideal donde resguardarse de los rigores de las altas temperaturas, convirtiéndolo en el refugio natural del paseante, de los que por cierto, Granada no puede presumir por su cantidad, y mucho menos, por su calidad. Mayor Zaragoza, y Morillas, cada uno en su época, fueron dos de los rescatadores del Jardín Botánico de la Universidad de Granada, en el que tantas ilusiones pusieron muchos, uno de ellos: Mariano del Amo y Mora, a mediados de siglo XIX.
Disfrutadores del jardín
Éstas plantas, olvidadas por muchos, han visto pasear ante sí, alumnos predilectos que pasaron por las cercanas aulas universitarias, y que entre sus ramas encontraron el lugar apacible donde leer carta con noticias de casa, la prensa local, los temas propios de la carrera, o el libro ese del autor de moda. Algunos de éllos, llegaron a tener repercusión nacional e internacional, como, Nicolás Salmerón, que llegó a ser Presidente de la Primera República, o Niceto Alcalá Zamora, que lo fue de la Segunda. Blás Infante, Francisco Giner de Los Ríos, que fuera responsable de la Institución Libre de Enseñanza, y que en el centro del jardín, sobre el estanque recibe homenaje vegetal perpetuo, de las plantas que un día lo vieron pasar y rozar sus pétalos. Tampoco es difícil imaginar en éste paraíso urbano, al poeta Federico García Lorca, perdido entre poemas, música y obras teatrales, pensando en cómo decirle a su padre, que Derecho no es lo suyo, y que sólo asiste a clase por darle satisfacción a su progenitor, aunque sus sueños de futuro son otros bien distintos. El Jardín Botánico de Granada, no sólo fue un aula docente de Botánica al aire libre, también sería el lugar donde forjar ilusiones de artista, a la sombra de unas especies únicas, cuya sombra, aroma y color, hacen aún en éstos tiempos, sobrellevar las calores del verano.
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