miércoles, 26 de agosto de 2015

LOS SECRETOS DE LOJA

GRANADA EN BLANCO Y NEGRO Tito Ortiz.- Loja La ciudad abrigada por tres colinas, famosa por su mármol y la riqueza de su agua, es desde hace siglos considerada, la huerta del poniente, por la bondad de los frutos de su tierra. Aquí nació Morayma, esposa del último rey de La Alhambra, y Al- Jatib, hombre de letras con gran predicamento en la corte. Aunque su pasado árabe es el arranque de cualquier referencia al lugar, hay quién lo arrastra hasta el Paleolítico, incluso quién afirma, que Loja fue fundada por un nieto de Noé, asunto éste que yo no he podido constatar. Loja es el lugar ideal donde, parando en “El Taxi”, o en el “Tres Colinas”, tomas un refrigerio y saboreas los exquisitos roscos, blancos como la nieve, o los huesos y pestiños bañados en miel. Loja es la parada obligada al ir o venir de Málaga, las noches al raso, escuchando cante en el concurso de su Volaera, las saetillas y el danzar de Los Incensarios en semana santa, y la ribera del Genil para resguardarse del calor en veranos tórridos como éste. Por Loja pasaron los romanos, y en el siglo XIII, Fernando III El Santo, que no dudó en destruirla para conquistarla. A Loja le cupo el honor de tener como Alcaide al mismísimo, Gonzalo Fernández de Córdova. Loja es la del Corto de Loja, aquel tren que la unía con la vecina Huétor Tájar. Loja es, su Alcazaba del noveno siglo, y su convento de santa Clara, fundado por Fray Fernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, pero sobre todo, confesor de la reina católica. Río Genil y sus infiernos Nace el río Genil en la Laguna de la Mosca, en lo más alto de Sierra Nevada, y desde allí baja hasta Loja, regalando el tesoro de sus aguas, para refresco de las criaturas humanas, y como líquido imprescindible para la bondad de los productos de su huerta. Bajan las aguas por el Corral del Veleta, buscando la ciudad, y a su paso, se nutre de afluentes generosos, como el Cubillas y El Cacín, buscando el Guadalquivir. Tal vez uno de los lugares más pintorescos y dignos de visitar, sean Los Llamados Infiernos de Loja. Tanto el alto como el bajo, constituyen un atractivo para el visitante, que puede observar como la conjunción del río y la geología de su ribera, se encargan de formar estructuras erosionables de vida efímera, dentro de un paraje digno de mayor valoración y estima. Loja está por descubrir, Loja encierra en su historia y sus gentes, la noble tradición de un pasado heráldico, enriquecido con varias civilizaciones, que la ponen al más alto nivel. Loja es especial, tanto, que aquí a La Verónica, le llaman, Santa Marcela, pero no seré yo quien les cuente por qué. Vengan y pregunten. El Espadón de Loja Ramón María Narváez y Campos, primer Duque de Valencia, nació en Loja al finalizar el siglo XVIII. Militar y político brillante, éste lojeño cuando contaba cuarenta y tantos años, ya había presidido el Consejo de Ministros español, hasta en siete veces. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que con tan sólo quince años, ya era militar de carrera. Con una mente privilegiada, Ramón María optó por el liberalismo, aplastando sublevaciones de la Guardia Real, o cayendo preso en Francia, por los Cien Mil Hijos de San Luís. Enemistado por hechos de guerra, con el General Espartero, incluso tuvo que exiliarse en París, a pesar de su brillante carrera militar y política. A su regreso, logra rendir a las tropas de Espartero, asciende a teniente general, y sobrevive a un atentado en la calle Desengaño, de Madrid. La reina Isabel II, lo promueve a Presidente del Gobierno, y él se decanta apoyando la Constitución de 1845. Decía no tener enemigos, porque los había matado a todos. Le pidió a un arquitecto francés que le construyera en su pueblo natal un palacio (hoy es la sede del Ayuntamiento) y no muy lejos de él sus restos se encuentran enterrados en un mausoleo, realizado en mármol de Carrara junto al antiguo Convento de la Santa Cruz. Para hacernos una idea de por qué le llamaban, El Espadón de Loja, solo hay que referir algo así: Esta acción le valió la Laureada de San Fernando. Siendo, Ramón María Narváez, teniente del 2º regimiento de Guardias Walonas y ayudante del general Mina, recibió el 19 de octubre de 1822 la orden de volar un torreón de Castelfullit (Gerona), acción que consumó derribando a hachazos la puerta, que no había caído del todo. Recibió en la acción, un balazo y, aun así, retiró del campo de batalla a otros heridos. Ésta es solo una de las gestas, de las muchas que protagonizó éste lojeño, de armas tomar.

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