lunes, 7 de agosto de 2017

EL PRINCIPIO DEL FIN DEL SACROMONTE

EL PRINCIPIO DEL FIN DEL SACROMONTE El barrio lleva decenas de años agonizando, pero afortunadamente, no muere. Tito Ortiz.- El Albayzín tiene un hermano que es el Sacromonte. Nos vamos de un barrio Flamenco a un barrio gitano, como si lo uno pudiera separarse de lo otro. El de la “verea de en medio”, el de las cruces camino de la abadía, el de las siete cuestas, el de las catacumbas de san Cecilio y el de las cuevas de la zambra. Una gitanería señorial y artística, que ha sabido con su arte, atraer no solo a los buenos aficionados, sino a reyes, príncipes, jefes de estado, artistas de todas las disciplinas y estrellas de Hollywood. Lo que se hace en el Sacromonte no se hace en ningún otro sitio. El ritual de la boda gitana se conserva aquí, como parte exquisita de nuestra tradición. Desde la jondura de Juanillo, El Gitano, a la gracia de maría La Canastera, pasando por los Amaya, los Cortés, los Heredia. Desde la Faraona, a la Golondrina, desde las pitas a las chumberas, de las fogatas a la saeta a su cristo de cuatro clavos, el Sacromonte, es un pedazo de nuestra historia inseparable, con don Andrés Manjón, a lomos de una borriquilla, impartiendo educación, comida y vestido, a la banda del Ave María, dirigida por el maestro José Ayala. En una de sus cuevas, una afortunada noche, Antonio Sánchez Ramírez, “El Compadre”, fundó la hermandad del Rocío de Granada, en una servilleta de papel. El tango falseta, el de los merengazos, conviven con la cachucha, la mosca y la alboreá, formando parte de nuestro legado irrenunciable de la música granaína. 1963 CRÓNICA DEL ALBA Tres meses lloviendo “menúo” sobre las cuevas, era mucha agua, y algunas no lo resistieron. Aquel Enero de 1963, iba a escribir en la historia de Granada, una de las páginas más tristes. Desarraigar su barrio emblemático conocido en todo el mundo, dispersando a sus gentes, la mayoría artistas de la zambra, por lugares desconocidos hasta entonces como, El Chinarral, La Virgencica, Santa Juliana, o hasta el mismo salón de plenos del ayuntamiento, que el alcalde, Manuel Sola Rodríguez Bolívar, sembró de colchones para que los damnificados pudieran dormir a cubierto. Siete mil desplazados sin hogar de toda la provincia, buscan cobijo y lo encuentran de una manera tardía, perdiendo por el camino, sus raíces humanas, familiares y artísticas, con ellos nace la llamada zona norte y su “polígamo”. La tragedia alcanza cotas insospechadas, cuando debajo de los escombros de una de las cuevas, se rescatan los cadáveres de un joven padre de 24 años, abrazado a su hijo pequeño. Granada entera llora amargamente, a pesar de que la dimensión de la tragedia tardará tiempo en dar la cara. Franco llega a la ciudad para ver sobre el terreno lo ocurrido, y aunque sube al barrio y visita en silencio la cueva de Mariano, parece que da más importancia a como la fuerza del agua, ha arrancado de cuajo el llamado puente de Las Brujas, que enlaza las dos orillas del Genil, a la altura de los dos kioscos de las Titas, y el Colegio, cuyas monjas ataviadas con grandes tocas almidonadas, son jocosamente llamadas por el vulgo, brujas. A partir de ese día, el Sacromonte, ya no será el mismo. DISCOTECAS POR ZAMBRA Durante la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, se produce un fenómeno que intenta revitalizar el barrio, pero a mi juicio, con esa acción lo despoja de su historia y realidad artística. El Sacromonte convierte algunas de sus cuevas emblemáticas en modernas discotecas, desplazando a la juventud consumidora de esa actividad, desde el centro hasta el cerro, masificándolo, colapsándolo en materia de tráfico, y algo que tampoco ayuda, es la muerte por apuñalamiento de un hombre, algo que vuelve a estigmatizar al barrio, dando al traste con la pretendida recuperación de la actividad económica, porque si todo ese esfuerzo se hubiera dirigido a recuperar la auténtica identidad del arte flamenco del barrio, subvencionando a los protagonistas en la diáspora, para que volvieran a las cuevas a mantener su arte, quizás el futuro hubiera sido otro, y no estaría tan negro como ahora. El Sacromonte, tiene en la actualidad, una débil salud de hierro, gracias al altruismo de algunos sacromontanos, que no viven en el barrio, pero que cada día lo visitan y lo reflotan en la conciencia colectiva, y además, tiene otros vecinos llegados de fuera, que han visto en la dejadez política y la naturaleza libre, la mejor ocasión para vivir en el paraíso, de hecho, estoy hablando de, Valparaíso.

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