lunes, 28 de agosto de 2017
NOCTURNOS DE IGNACIO BELDA
NOCTURNOS DE IGNACIO BELDA
Se especializó en pintar la noche granadina, sacándole una luz a la oscuridad, que pocos han conseguido en la historia se la pintura.
Tito Ortiz.-
La Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada, lo tenía en el puesto que merecía y mejor desempeñaba, con plenas responsabilidades sobre las actividades culturales. En aquellos años en los que Salomé ganó Eurovisión y el hombre llegó a la luna, el edificio de la caja en la esquina de Cárcel Baja, con la placeta de Villamena, frente a Tejidos y Confecciones el Ahorro, de don Manuel Balboa Saavedra, y doña Gabriela Fernández Valero, tenía un pasillo mágico, que durante el día soportaba el devenir propio de las oficinas internas de la entidad, y por la tarde noche, se convertía en una sala de exposiciones, por donde pasaron los artistas más preciados del momento. Entonces Granada tenía algunas salas donde colgar, muy singulares, como la del primer piso de la entrada a la calle poeta José Zorrilla, regentada por el Centro Artístico, Literario y Científico, o La Casa de América. Ignacio Belda, era la educación y la corrección personificadas, su amabilidad en el trato con todos, y su familiaridad en las distancias cortas, le granjearon la simpatía y la amistad de todos cuantos le trataban, pero terminada la jornada laboral, exento de la chaqueta y la corbata, se transformaba.
SU PINTURA
Poseía un estudio en las cercanías de la Basílica de San Juan de Dios, y allí se enclaustraba, para llevar a cabo su vocación que no era otra que la pintura. De estilo académico en su lenguaje pictórico, se manejaba con seguridad en el mediano y pequeño formato, captando sobre todo las calles de Granada, su tipismo y singularidades. El paisaje de la tierra le conmovía, hasta el punto de sacarle partido a una esquina, calle o placeta, en la que su ciudad se reconocía, llegando a especializarse en los barrios históricos como el Realejo y sobre todo, el Albayzín. Pero llegado un momento de su trayectoria, Ignacio decidió ponérselo asimismo más difícil, y abordó una faceta de la pintura, que no todos los pintores han resuelto con brillantez, el nocturno. Sus noches oscuras de luz resplandeciente, donde una farola de forja granaína, se reflejaba en un charco del empedrado, adquirían cotas de brillantez. El embrujo de una ciudad a deshoras, de callejuelas encantadas bajo un manto de estrellas, atraían la atención de los visitantes a sus exposiciones. Callejones albaycineros en penumbra, donde todo se veía, pero todo estaba oscuro. Belda imprimía a sus nocturnos, la poesía cromática suficiente, para embrujar la noche alhambreña, captando toda la atención del que admira una obra, que en si misma ya era un desafío para el pintor. Con una dicción realista, su dialecto plástico rezumaba frescura, era como un soplo tenue de modernismo, dentro de lo escolástico, el avance del clasicismo en un hombre de su tiempo, que aportó un estilo personal a toda su obra, sin parecerse a nadie.
LOS BELDA
Me confesó en más de una ocasión, que de su inclinación a la pintura, tenía la culpa su hermano Fernando, de quién siempre decía que era el auténtico pintor de la familia. Fernando Belda, poseía la virtud de los grandes maestros para la pintura, sobre todo para el retrato, en el que se manifestaba con delicadeza dominadora del realismo. De actitudes muy peculiares, Fernando se negó a exponer su obra siempre, y pocos éramos los que tuvimos la suerte de ver alguno de sus trabajos, hasta que años después de su muerte, su esposa y su hija, junto a unos amigos, hicieron posible la exposición de un gran pintor que en vida permaneció oculto, por voluntad propia. Ignacio, que propició que yo accediera a la obra de su hermano, me decía: Hasta que no veas una obra de mi hermano Fernando, no vas a saber lo que es bueno. Pinta como los ángeles. Pero ellos dos, no son los únicos de la familia llamados al arte. Su hermano Carlos Belda, también tiene aptitudes para los pinceles, aunque lo que haya trascendido de su obra en los últimos años, haya sido el fascinante mundo de la caricatura. Carlos se maneja como pez en el agua, sacando el máximo partido a las caricaturas de personajes, pero no solo de su rostro, sino en un desafío total, de todo el cuerpo del protagonista. Y además, las complementas con elementos afines al modelo, haciendo de cada caricatura una obra, propia e inigualable. En la Peña Flamenca, “La Platería”, se conserva una colección irrepetible de caricaturas de Carlos Belda, que tienen como protagonistas a las grandes figuras del flamenco de Granada. Algo digno de ver y admirar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario