miércoles, 23 de agosto de 2017

NOCHES DE CALOR

NOCHES DE CALOR Tito Ortiz.- Esto es inhumano. Lo que la calor está haciendo con nosotros, no tiene nombre. Si alguien no se cree todavía lo del cambio climático, que venga a mi casa y lo compruebe. La otra noche, bañado en un charco de sudor, y habiendo escuchado ya la campana de La Vela tocar a riego y las ánimas, sin haber podido pegar un ojo hasta esa hora de la madrugada, me armé de valor poniendo en práctica todas las técnica contundentes que poseo para coger el sueño, porque, ni con la camiseta blanca de tirantes, de éstas de agujeritos para el verano que yo utilizo, hay forma de pasar una noche descansando. Me bajé al salón, enchufé el ventilador lo primero, y después el pikú, con el disco grande de Palito Ortega, con eso de la “chevecha”, La Felicidad y otras zarandajas, y ni por esas. Que no había forma. Fui a la nevera, saqué un poquito de gazpacho que guardaba en un tupperware, cambié el disco por uno de, Luís Aguilé, me senté en el sillón con el abanico dale que te dale, y que si quieres arroz Catalina, claro que como la tapicería es de skay, cuando quise darme cuenta, estaba tan caliente y pegado al sillón, como si hubiera hecho ventosa. Desesperado, di un salto y me cambié al sofá, que es de polipiel, mucho más fresquito. Me puse el ventilador dirigido al pecho, sin que se maree de un lado a otro, en eso que me desafió un mosquito trompetero, intentando entrar en mi cuerpo por el oído, del manotazo que me di en la oreja, me entró un zumbido peor, y se me cayeron los hielos del gazpacho, poniéndome perdida la camiseta de los agujeros, que con tanto cariño me regaló para mi santo la parienta, hace ya unos treinta años. La cosa se agravaba por momentos, casi las claras del día y sin pegar ojo, escuchando por castigo el tercer elepé de “Los Beatles de Cádiz”. ¡Qué desesperación! Y ese fresquito de Graná, que tan famosos nos ha hecho, sin llegar. Me levanté, me eché tres “garfas” de agua en la cara, saqué el colchón al balcón, me tumbé, y cuando iba a cerrar los ojos, el disco se terminó, no tuve más remedio que levantarme y poner uno que tengo reservado para estas ocasiones extremas de, Georgie Daan, la cosa iba de barbacoas y chiringuitos, pero nada de nada. Para colmo, llegó el camión de la basura, sin silenciador, como siempre, y me tiré como un poseso para la nevera, a por agua que guardo en un botijo chato, de barro “colorao”, que me entra entre bandeja y bandeja, pero al sacarlo, se me cayeron tres yogures caducados. ¡Cómo puse el suelo, dios mío! Con la fregona estaba, cuando me acordé de un disco muy especial para las noches de insomnio, que yo recomiendo, porque o te duermes, o te tiras por el balcón, aprovechando que el camión de la basura está debajo, y así le ahorras un funeral a la familia, porque los precios de Emucesa están por la nubes. El disco no es otro que un recopilatorio de los grandes éxitos de, Leticia Sabater, y fue mano de santo, nada más escuchar el primer tema, en calzoncillos blancos, como estaba, de esos de agujeritos, compañero de la camiseta, me baje a la calle dando “chillíos”, y ahora ya descanso todas las noches como un bendito, Estoy en una habitación acolchada, con aire acondicionado, y con una camisa muy moderna, que lleva unas correas, con la que no me veo las manos. ¡Que descanso dios mío!

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