jueves, 31 de agosto de 2017
MORENTE-SABICAS, EL TESTAMENTO DE DOS GENIOS
MORENTE-SABICAS, EL TESTAMENTO DE DOS GENIOS
Granada le rindió homenaje al genio de la guitarra que con su estilo, perpetuó el estilo de Ramón Montoya.
Tito Ortiz.-
No me lo podía creer. Estaba sentado en la presidencia, junto al máximo exponente de la guitarra flamenca, Sabicas, y me estaba hablando de una de las veces que vino a tocar a Granada, cosechando un gran éxito. Era la noche del 23 de Julio de 1932, en plena república, cuando formando parte del elenco de artistas que protagonizaban un cartel de los entonces habituales, llamado, Ópera Flamenca. Se celebró en la plaza de toros de El Triunfo, y con él venían, La Niña de Los Peines, su inseparable, Pepe Pinto, Niño Ricardo, El Cojo de Málaga, y el Gran Cepero, entre otros. Nos estaban sirviendo los platos, llenando las copas, y no hacía más que hablarme de Granada, de sus artistas, de sus paisajes y monumentos, alguno de los cuales, conocía mejor que yo. Sabicas en aquel momento, era para la guitarra flamenca, lo que Andrés Segovia a la clásica. Dos monstruos que ya no se perdían por Nueva York, pues no en vano, el flamenco llevaba viviendo allí decenas de años. Estábamos en el restaurante, hotel, “Colombia”, a tan solo unos metros de la casa de don Manuel de Falla, persona a la que él había conocido, tratado y admirado. El dueño del local, Juan, nos trataba como a reyes, y su metre, Clemente Carrillo, nos agasajaba con lo mejor que tenían, no en vano, con Clemente me une gran amistad, porque mis padres fueron los padrinos de su boda, y del bautizo de sus dos hijas.
JUAN HABICHUELA
En el comedor del Colombia, estaba lo más preciado de la Granada flamenca, reunidos junto al genio de la guitarra, y todo gracias a Juan Carmona Habichuela, que fue quién lo hizo posible. Días antes, había sonado el teléfono en mi despacho de Radio 80, era Juan desde su casa de Madrid:
--Tito, ¿a que no sabes a quién tengo aquí?
-- ¿A quién maestro?
-- Pues eso, al maestro de todos nosotros, a Sabicas, y quiere darse una vueltecita por Graná. ¿Qué hacemos?
-- Que lo metas en tu coche y salgáis “pacá” pitando.
De la comida homenaje se encargó Radio 80, y del acto solemne, La Peña Flamenca, La Platería, en una noche inolvidable.
Llegó la hora de los postres en el restaurante Colombia, y Clemente sacó de la cocina con gran sorpresa de todos los presentes que irrumpieron en un gran aplauso, una tarta enorme con forma de guitarra, que a Sabicas le dio pena partir. La jornada de principios de los ochenta, fue histórica para la ciudad y para todos nosotros, que sin saberlo, estábamos asistiendo a la última visita del genio de la guitarra flamenca.
SABICAS, MORENTE, SABICAS
Agustín Castellón Campos, “Sabicas”, había nacido en Pamplona el año en que se hundió el Titanic, y comenzó a tocar la guitarra de forma autodidacta a la temprana edad de cinco años. Influenciado por su tío, Ramón Montoya, alcanzó las cotas más altas como intérprete, hasta el momento conocidas. A los siete años, dio su primer concierto en el teatro Gayarre, tres años más tarde, ya lo tenemos en Madrid, considerado como un niño prodigio, con un futuro imparable, como así fue.
Los que conocimos a Morente, en las distancias cortas, y yo tuve el honor de tenerlo en mi casa en más de una ocasión, sabíamos que una de sus mayores ilusiones, era grabar un disco con Sabicas, hecho que por fin tuvo la oportunidad de conseguir en el tramo final de la vida del guitarrista. Los dos genios tendieron un puente artístico desde Nueva York hasta Granada, que ha quedado para la historia del flamenco, imposible de repetir. En el verano de 1989, se metieron en un estudio de Madrid, y sin ensayos previos, surgió el milagro de arte de dos genios, cada uno el mejor en lo suyo, dejando para la posteridad, la pureza de lo jondo en la que pueden aprender, cuantos se acercan a éste arte irrepetible e inimitable. La voz de un Morente, pleno de experiencia y conocimiento sobre el cante, encuentra en la guitarra de Sabicas, el acompañamiento puro y tradicional de nuestro arte gitano-andaluz. El navarrico no pudo disfrutar del éxito de la grabación, que se presentó en Madrid una semana después de su muerte en un hospital neoyorkino. Morente pudo disfrutarla antes de desaparecer físicamente de éste mundo, porque los artistas geniales como ellos, no mueren jamás.
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