jueves, 10 de agosto de 2017
MANINI
MANINI
En una Granada cuajada de impresionistas, la pintura de Manini, abrió las ventanas a un aire renovador e irreversible
Tito Ortiz.-
María Trinidad Ximénez de Cisneros, “Manini”, como firmaba sus obras, constituyó en si misma con su obra, un universo nuevo en las artes plásticas, cuya valentía expresiva, no tenía precedentes en nuestra tierra. La pintura de ésta artista singular, reticente a los medios de comunicación, para ella era vivida como una vocación sacerdotal en las artes plásticas, cuyo peaje era someterla al juicio de una sociedad que en su tiempo, no estaba del todo preparada para entenderla y disfrutarla. En una Granada clásica hasta la médula, la acción creadora de ésta mujer, fue como una transgresión a lo establecido, sorprendiendo por la valentía en su lenguaje plástico. Esa actitud personal ante la vida, fuera de todo convencionalismo provinciano, no facilitó nunca la promoción y proyección lógicas, en artistas de su talento y genialidad, obligándonos a quienes la conocimos y tratamos, a una constante reivindicación de la persona y de la artista. En el año 2009, la celebración de la bienal de arte, “La Más Elegante del Invernadero”, propició que la comisaria de la exposición, Asunción Jódar, dijera de la artista a la que se dedicaba la muestra: “Ella no fue ajena al “invernadero” de su tiempo y sufrió las tragedias derivadas de una sociedad intolerante y asfixiada con prejuicios hipócritas y convencionales que en muchos casos sumergían en la muerte y la nada a personalidades especialmente sensibles y frágiles. Fue el caso de Manini. Esta artista granadina que valoró el talento y el arte como razones suficientes para vivir es la más elegante de esta exposición en la que de forma destacada se muestran algunas de sus obras, porque incluir en un contexto actual a Manini es fácil. Sus obras son rotundas, geniales y que poseen la originalidad y la emotividad que el arte a veces arranca a las vivencias y a los sueños.”
EXILIO EN GRANADA
Dado su carácter, y valorada su obra, nadie comprende como Manini no cogió el caballete y los pinceles, y salió pitando de aquí, para instalarse en cualquier otro lugar del mundo, donde su obra hubiera sido, no solamente reconocida, que aunque con torcedura de gesto, aquí lo era, sino valorada, admirada y proyectada en toda su magnitud. La Granada cultural del momento, con su habitual olor a naftalina, no solo tiene que reconocer a la fuerza su valía creativa, sino que soporta estoicamente, que una mujer, sea la que ponga la ciudad en la vanguardia del lenguaje plástico del momento, teniendo en cuenta que hablamos de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Su dicción plástica personalísima, dominio de la técnica y concepto de la belleza en lo creado, obliga a sus coetáneos, a un continuo reciclaje de sus preconcebidos valores artísticos, sometiéndolos a una constante renovación docente, para la que no están preparados. Con cada anuncio de nueva exposición de Manini, la Granada oficial se echa a temblar, y afila las uñas para defenestrar a la indómita mujer creativa, pero viendo el resultado de lo que cuelga en las paredes de la sala, esa Granada cicatera en el reconocimiento a lo que vale, aprieta los puños, rechina los dientes y abandona la sala de exposiciones con un berrinche más en el cuerpo, al no poder regodearse en el fracaso, que una vez más ha faltado a la cita, exorcizado por las hadas de la creación más contundente y vanguardista, la de Manini Ximénez de Cisneros.
La ciudad que la ninguneaba y le regateaba el reconocimiento, fue la elegida por ella para atrincherarse en su gestación creativa, y dar de sí, todo lo que la vida injusta le permitió y ella quiso voluntariamente coger. Ajena a la ambición, los honores y galardones, Manini vivió la vida que quiso, pese a que un sector de la tierra, no disimulara su desaprobación a la persona y a la artista, pero eso es algo que solo los elegidos – como ella – saben convertir en aliciente espoleador, para avivar la creación artística. Es imposible analizar y valorar la aportación artística de la pintura granadina del siglo XX, si no se estudia con detenimiento la genial obra de ésta mujer, que supo cómo nadie nadar a contracorriente en una sociedad rancia, e impermeable a la modernidad, como lo era la granadina del momento.
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