martes, 29 de agosto de 2017

MIS VIRTUDES

MIS VIRTUDES Tito Ortiz.- No es por presumir, pero tengo escondidas algunas virtudes de las que no me gusta alardear. Pocos de mis allegados son conocedores, de mi gran éxito internacional como concertista de Txalaparta. Fue en Andoáin, a pocos kilómetros de Donosti, donde conocí y quedé prendado de instrumento tan sutil e inteligente, que a el consagré mi vida desde entonces. Al ver mis sorprendentes aptitudes para con la Txalaparta, el gran compositor euzkaldun, Txomin Levantapiedras, tuvo la ocurrencia de escribirme, para mí en exclusiva, una sinfonía para Txalaparta y Txapela en Do Mayor, con la que se me han rendido a los pies los auditorios más exigentes del mundo. Cuando ensayo, en los descansos, parto troncos con un hacha, y cargo adoquines a la espalda, asunto éste que me relaja y predispone a la ejecución más virtuosa, de las obras que me escriben por cientos, los nuevos compositores para Txalaparta y púa. Es comenzar el aporreo de las tablas, y ya se me eriza el vello, mi mente se concentra, y todo el ruido fluye como si de una lira tocada por Homero, sobrevolara los valles de las vascongadas. ¡Qué éxtasis, dios del txacolí y del patxarán! De igual forma y en el más absoluto de los secretos, doy clases particulares de Sardana, con nocturnidad y alevosía. Josep Pella, dejó escrito que éste baile ya se hacía en la Cataluña Neolítica, y que dada su sencillez, podría remontarse mucho tiempo atrás. Lo bueno es que, no necesitas tener ni el bachiller para hacerte un profesional de la sardana. Comprenderán ustedes que eso de cogerse de las manos, y dar brinquitos de un lado a otro, al son de un triste “pitocaña”, no exige una mente superdotada, solo buena voluntad de las criaturas dispuestas a llevar a cabo el baile regional más soso jamás interpretado. Yo me hice con el una noche en los bajos de La Pedrera, mientras deglutía un “pantumaca”, pensando en la tragedia de Gaudí, porque no tuvo que ser plato de buen gusto, morir atropellado por un tranvía, dejando una catedral inconclusa. El suceso fue tan grave, que la obra sigue igual: Sin terminar. Los chicos y chicas de la Cup, junto con las juventudes de Bildu, han decidido unificar su estética, y aparte de no frecuentar la ducha, ellos que tanto proclaman la vida sana, muestran como señal de identidad, un pelado a lo tazón con flequillo a lo Torquemada, y unos pitos al rey, en la manifestación en la que yo creía que todos estábamos unidos por el dolor de quince muertos inocentes y contra el terrorismo yihadista. Éstos descerebrados sociales, han perdido una oportunidad de oro, de ganar incluso más adeptos, si hubieran respetado por unos minutos, el silencio que exigen los muertos. Pero no, sus cerebros carcomidos, prefieren hacerse notar en momento tan solemne, con una falta de respeto absoluta, no solo a la corona, sino a los representantes de la comunidad musulmana que con su presencia, se han unido a dolor de las víctimas, y rechazan la violencia ejercida por miembros de su raza y creencia. La Txalaparta y la Sardana más casposas, se han unido para romper una foto de convivencia pacífica por la que apostamos la mayoría. Éstos/as del peinado a lo Marcelino, me acaban de echar de la docencia, cuando las víctimas ya ascienden a 16. Majestad: La primera vez que asiste a una manifestación, bien vale esa pitada, por causa tan noble.

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