lunes, 21 de agosto de 2017
PARA JOSÉ GUERRERO, GRANADA FUE MADRE Y MADRASTRA
PARA JOSÉ GUERRERO, GRANADA FUE MADRE Y MADRASTRA.
“La Brecha de Víznar” fue su homenaje a Lorca en tiempos muy comprometidos.
Tito Ortiz.-
Ésta ciudad, que cerraba las ventanas al paso de la comitiva que escoltaba a Mariana de Pineda camino del cadalso, para no tener nada que ver en el asunto, y que salvo alguna individualidad muy meritoria, no movió un músculo para impedir que Lorca fuera asesinado, muestra desde la noche de los tiempos, su peor cara contra sus propios hijos, aplicando la sordina a quienes triunfan, con esa envidia que nos reconcome ante el éxito ajeno. Una respuesta social incomprensible, que va por rachas y épocas, y de la que tampoco se salvó el pintor, José Guerrero, que con el paso de los años, reparado el agravio de unos insensatos, nuestros representantes públicos supieron reparar, acogiendo el legado del pintor, en el edificio donde me hice periodista. Guerrero fue un hombre de una gran conciencia social en lo humano, y un adelantado a su tiempo en lo artístico, dos pecados mortales que difícilmente se perdonaban, en la Granada afecta al Régimen del Nacional Catolicismo.
A CONTRACORRIENTE
José García, escoge el apellido de su madre para darse a conocer en el mundo artístico y firma Guerrero. Había nacido en el seno de una familia humilde, el año de La Gran Guerra, y con tan solo catorce años queda huérfano de padre, con lo cual, tiene que abandonar los estudios y ponerse a trabajar, pasando de las aulas de Los Escolapios, a ejercer durante el día de camarero o carpintero. La proclamación de La República, le coge matriculado en la Escuela de Artes y Oficios de Granada en horario nocturno. Cuando nuestra guerra incivil termina, marcha a Madrid para estudiar en la Academia de San Fernando, pudiendo subsistir gracias a la venta de sus propios cuadros, y de pintar los grandes cartelones de los cines en La Gran Vía. Al finalizar la segunda Guerra Mundial, el gobierno francés lo beca y en París toma contacto con todas las vanguardias, algo impensable en ésta su tierra, donde la figuración es la única reconocida, salvo alguna excepción. Trabaja en Roma, Londres y el inicio de los años cincuenta ya le coge en Estados Unidos, donde su abstracción ya define una trayectoria sin vuelta atrás. Para despedirse de lo figurativo, pinta su autorretrato más conocido.
CRISIS Y PROYECCIÓN
No es infrecuente que los genios, atraviesen crisis a lo largo de su trayectoria, y José Guerrero la pasa en Chicago presa del estrés. Se somete a un psicoanálisis, y emerge un autor de valentía inaudita, donde el mundo del dibujo, la forma y sobre todo, el color, van a definir su obra. No en vano, en esas asignaturas, el granadino había obtenido Matrículas de Honor durante su estancia madrileña. Viaja solo a España, en un reencuentro íntimo y artístico con el Madrid que lo abrió al mundo, vuelve a América, crea obras como, Sacromonte, Generalife o Alpujarra, y prepara su regreso para 1965, instalándose con la capital del reino. Ese año visita Granada, va hasta el barranco de Víznar donde mataron a Federico y toma bocetos, y de ahí nace su famosa obra, La Brecha de Víznar. No es hasta 1976, cuando se produce su regreso artístico a Granada, con una gran exposición antológica, que se celebra en las salas del Banco de Granada y La Fundación Rodríguez Acosta. José Guerrero, es descubierto entonces por una Granada nueva que nada tiene que ver con la que en un momento de su vida le obliga a marcharse, ya que según me confesó, en una entrevista que le hice para el Diario Patria, sentados los dos en un banco a la entrada de lo que hoy conocemos como el Auditorio Manuel de Falla, junto al torreón de la entrada, ahí tenía él instalado su estudio de pintor, hasta que una noche traicionera salió en llamas. Un incendio que en los mentideros granadinos, se aseguraba que había sido provocado por algunos pintores de nuestra ciudad.
Con obra en museos tan importantes como, el Guggenheim de Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y el de Arte Abstracto Español de Cuenca, los granadinos tenemos la suerte de disfrutar su obra en la calle Oficios. Su arte está considerado como una de las aportaciones más importantes a la abstracción, a nivel mundial, un ejemplo más de la riqueza humana y artística de nuestra tierra.
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