LA VENIA PISTOLA EN MANO
La Alhambra y Los Favores se retaron en Reyes Católicos, el saetero equivocó la letra y la escuadra de romanos, terminó en comisaria.
Tito Ortiz.-
Nuestra semana santa es tan rica en el capítulo de anecdotarios, que la publicación de los hechos reales, darían para varios tomos. Sabido es que las desavenencias entre hermanos fundadores, dan lugar posteriormente a la escisión de un grupo de éstos, que por el prurito de no ser menos, terminan fundando otra nueva hermandad. Yo he vivido eso en mis carnes, pero lejos de ser algo de nuestros tiempos, este tipo de comportamientos, unido a las rivalidades de los distintos gremios que fundan cofradías a lo largo de toda la historia, dan como resultado, que el acervo cofrade se engrandezca y llegue hasta nosotros con toda su riqueza, histórica y patrimonial. Corrían los últimos años de la década de los felices años veinte del siglo pasado, cuando un puñado de amigos, que luego dejarían de serlo, pone en marcha el proyecto de fundar la hermandad de La Alhambra, y en el fragor de la batalla y por motivos que me llevaré a la tumba, se produce un choque de trenes dentro del proyecto, que obliga al abandono del mismo a un grupo, que sin pensárselo, protagonizan una carrera para ver cuál de las dos facciones es capaz de poner antes en las calles de Granada, una nueva hermandad. Recaudar fondos para titulares y ajuar era prioritario, hasta tal punto de que me consta y, guardo testimonio grabado de algunos protagonistas, que valiosas aportaciones en metálico y de joyas para fundar la hermandad “realejeña”, salieron de las casas más acreditadas de las meretrices granadinas de la época. La competición por ser los primeros en, poner nueva hermandad en la calle fue muy ajustada, hasta tal punto que llegó el gran día, y quiso la divina providencia que ambos cortejos coincidieran en Reyes Católicos. La Alhambra bajaba por Gomérez camino de la tribuna, y Favores regresaba a su barrio por la calle de La Colcha. En aquella competición fratricida de los que antes habían sido hermanos de proyecto, la Alhambra adelantó su cruz de guía y tras ella todo el cortejo, hasta la altura de lo que hoy conocemos como Santi Espíritu, que entonces no tenía salida a Pavaneras. Con tal acción, impedía que los favores retornaran. Me consta que hubo componentes de ambos cortejos discutiendo quién debería tener preferencia de paso, y como lo de llegar a un acuerdo, ni se atisbaba, de pronto, un fundador de la hermandad de san Cecilio dio por zanjado el tema y logró paso franco para su hermandad. Lo que hizo fue sencillo. Echó mano a la sobaquera, sacó una Star del nueve largo, tiró del cerrojo hacia atrás, la montó con una bala en la recamara, y le dijo al cofrade alhambreño que le impedía el paso: ¿A que ahora vamos a pasar sin problemas? Y en ese momento, lo mismo que en la película de Moisés se abrió el mar en dos partes para que pasaran las criaturas, el cortejo de la Alhambra se apartó a la velocidad de la luz, permitiendo que los favores regresaran a su barrio sin mayor problema. Cuando un cofrade “greñúo” es convincente en sus argumentos, no se necesita nada más.
SAETA
Siempre ha tenido la semana santa de Granada una tradición de saetas a pie de calle, y los que peinamos canas hemos disfrutado de momentos inolvidables, como aquella noche en la que Enrique Morente, le cantó una saeta al Cristo del Silencio, cuando se encerraba en San José. Curro Andrés, que sabe de esto un rato, se acordará de aquella madrugada que, a todos se nos quedó el corazón encogido escuchando en la oscuridad a nuestro admirado Enrique, junto al semblante más sobrecogedor de un hombre muerto en la cruz. Pues junto a esos momentos inolvidables, la saeta espontánea en la calle es lo que tiene, que también te puede dejar perplejo, cuando el asunto barrunta ruina. No han sido pocos los casos en los que algún aficionado, que en estado de sobriedad jamás lo hubiera intentado. Animado por la ingesta y por algún “amigo” de esos que contándolo entre los tuyos no necesitas enemigos, se planta delante del paso, y suelta más gallos de los que Pedro escuchó la noche de marras. Otra cosa es que los nervios le jueguen una mala pasada al saetero, que con su mejor intención olvide la letra o la cambie, como le ocurrió al que ante la imagen del Cristo de su devoción, queriéndole pedir en la letra, vista para los ciegos y libertad para los presos, exclamó: … ¡Y a los presos dales vista, y a los ciegos libertad!
UNA DE ROMANOS
Nada más ver cómo iban uniformados los romanos, aquello no barruntaba nada bueno. Aquel año para el Santo Entierro, la escuadra venía de El Padul, y nada más llegar a Plaza Nueva, la gente comenzó a comentar. Lucían en las piernas leotardos marrones, con zapatilla de tenis. Ni casco ni coraza metálicos. Un pecherín de boatiné y prenda de cabeza de plástico marrón. Lanzas de madera con la punta pintada de purpurina, en fin una caricatura de lo que hasta entonces había sido una escuadra de romanos para escoltar al Santo Sepulcro. Cuando se abrieron las puertas de la audiencia, para dar comienzo al cortejo oficial de la semana santa, el que mandaba la escuadra, se acercó a uno de ellos requiriéndole mayor marcialidad al desfilar y mejor compostura, a lo que éste contestó con una serie de insultos a voz en grito, acordándose de sus progenitores, y haciendo uso de la lanza que portaba, de tal manera que en un instante, la escuadra se convirtió en una trifulca descomunal, con los romanos apaleándose entre sí, rodando por el suelo, alguno ya escalabrado, hasta el punto de que tuvo que intervenir la policía, llevándose a unos cuantos a comisaria y a otros a la casa de socorro.
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