jueves, 30 de agosto de 2018

DOÑA PEPITA BUSTAMANTE

DOÑA PEPITA BUSTAMANTE Tito Ortiz.- A su virtuosismo como pianista, unía unas dotes extraordinarias para la docencia, y un trato humano con sus alumnos, que le rendían respeto y admiración por igual. En tiempos de un debilitado Conservatorio, fue el apoyo imprescindible para lanzar carreras pianísticas de notable trayectoria. Me contaban sus alumnos, que doña Pepita, como se la conocía popularmente, de haber querido salir de Granada, hubiera conseguido un prestigio internacional notorio, no solo como concertista, sino, como profesora de piano. Había en ella, una simpatía, un rigor y una humanidad, que no era frecuente encontrar en otros profesores, que tenían la enseñanza del instrumento por castigo, al no haber alcanzado reconocimiento a su labor interpretativa. Pero éste no era el caso de doña Pepita Bustamante, que asombraba a todos por sus enormes cualidades, que no dudó nunca en sacrificar, por su amor a la tierra alhambreña y a su familia. Un entorno que le daba sentido a su vida, y por el cual sacrificó una trayectoria de mayores vuelos, bien segura, pero su vida privada tiró siempre más, y para suerte nuestra, se quedó aquí, abriendo teclados, mentes y caminos, a una juventud estudiosa que veía en ella un referente a imitar y perseguir. MAGNO HOMENAJE Corría el invierno de 1979, cuando Dámaso García Alonso, alma máter de Juventudes Musicales en Granada, me arrinconó en la pequeña barra del local en la segunda planta de Campillo Bajo 32, y junto a tonelillo de vino de la tierra de Paco Píter, me dijo: Tienes que hacerme un favor importante. Yo le dije sin dudar, ¡dispara! Porque a Dámaso yo no le podía negar nada. Tienes que presentar el homenaje que estamos organizando, junto a la Universidad y otros músicos a Pepita Bustamante. Yo le respondí: Me tienes que sobornar. Y él me respondió ¿de cuanto estamos hablando? Y yo le respondí: Otro vino del tonel, que está de muerte. Él contestó: Que sean dos. Brindamos, y así cerramos el trato. Así que el cinco de diciembre, toda la Granada musical estaba en el Aula Magna de La Facultad de Medicina, para rendirle un más que merecido homenaje a doña Pepita Bustamante. Aquella joven que en plena carrera de éxitos, cuando mayor proyección tenía como concertista, fue nombrada profesora del Conservatorio Victoria Eugenia, por su director, entonces, nada más y nada menos que, Ángel Barrios. Contamos con actuaciones de quienes habían sido sus alumnos, y por el escenario pasaron, María del Pilar Cabrera, Ricardo Rodríguez Palacios, y virtuosos de otros instrumentos también. El gran Ariel Villada, Pablo Gómez, José Luís Hidalgo, Javier Herreros, José Palomares, el coro infantil, “Sagrada Familia” bajo la dirección de la madre, Encarnación Espadafor. Dori Ferrer, Ramona Herrero, y puso el colofón el Coro de El Salvador, con Ángel y Estanislao Peinado. TARDE DE EMOCIONES En el intermedio, Ramón Jurado Rodríguez, presidente de Juventudes Musicales, le entregó a Pepita Bustamante una placa conmemorativa de aquel día inolvidable para todos los presentes. Y el secretario de la entidad musical, Dámaso, un ramo de flores. Toda la Granada musical abarrotó el recinto. Lágrimas, aplausos interminables y alegría en todos los presentes que no eran otros que la máxima representación de la Granada musical de la época. La homenajeada, a punto estuvo de no poder soportar tantas muestras de cariño, pero la ocasión y ella lo merecían. Había nacido en 1906 y su carrera fue tan fulgurante, que ya en 1932, el Centro Artístico, Literario y Científico le rindió homenaje de admiración y respeto a su trayectoria. Mantuvo una estrecha amistad con Manuel de Falla, cuya casa de la Antequeruela visitaba con frecuencia. En aquellos años, fue una de las primeras y pocas mujeres que, ingresaron en la Real Academia de Bellas Artes, Nuestra Señora de Las Angustias. Su prestigio a nivel nacional siempre fue notorio. Durante su madurez interpretativa, Pepita tocaba todos los palos, que diría un flamenco, pero donde ponía en pie al auditorio, era al interpretar a los nacionalistas, algo que inculcó a todos sus alumnos y alumnas. Quién mejor la puede describir es, la gran pianista granadina, Maribel Calvín, con quién he tenido la suerte de hablar en muchas ocasiones de ésta maestra incomparable del piano. Maribel es otro referente, más joven, de esa época dorada y, a la vez, sacrificada, del piano en Granada, que también ha tenido la suerte de pasear los mejores escenarios del mundo y con las mejores orquestas. Siempre dije y mantengo, que la exitosa continuación de doña Pepita, la tiene Maribel en sus manos. Esa “rubia”, como su marido y mi maestro Kastiyo, la llama, es también acreedora de homenaje, a cargo de la Granada musical. ¿”Pa” cuando?

2 comentarios:

  1. Gracias. Era la hermana de mi abuelo. Y estamos muy orgullosos de ella.

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  2. Fue una brillante pianista, una gran profesora y muy amiga mía

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