lunes, 27 de agosto de 2018

EL SALVADOR

EL SALVADOR Tito Ortiz.- Mezquita Mayor del Albayzín, que en sus cimientos guarda el testimonio de civilizaciones más antiguas, la Iglesia de El Salvador, hubo un tiempo en que era el motor de un pueblo anterior a la Alhambra. Incendiada meses antes del golpe de estado, a principios del siglo XX, acogió la fundación de la Hermandad del Vía Crucis, decana de la semana santa de Granada. En la Iglesia de El Salvador se casó mi tío, el pintor Rafael López Marín, que había nacido en un Carmen de la placeta del Rosal, y vivía en el Carril de La Lona, por cuya cuesta, una noche le vieron correr tras de su suegra, empuñando un alfanje moro encontrado en el jardín de su casa, con intenciones de quitarle las ganas de interferir en el matrimonio que mantenía con su hija. Me contaron que la señora se salvó, porque alcanzó con rapidez inusitada, la tienda de encurtidos que Julio tenía en la Cuesta de la Alhacaba, y éste la escondió en una mesa de camilla donde tenía el brasero. Cuando mi tío, buen paisajista y mejor retratista, entró enfurecido preguntando por ella. Entonces era normal, encontrar en cualquier casa cercana a la muralla, algún resto arqueológico de máximo interés, que en tiempos de hambre, no llegaron a exhibirse en las vitrinas de casa. Y en esa Iglesia de El Salvador, en su placeta exterior o en su patio interior bellísimo, eran frecuentes las conversaciones que mantenía con el vecino, Manuel Benítez Carrasco, ilustre poeta que después cruzó el charco, para engrandecer las letras granadinas. LUGAR DE LA HISTORIA En 1501 recibió el título de 'Nuestro Salvador' por el cardenal Cisneros, que consagró al culto cristiano y la convirtió en parroquia. Su fundación como colegiata en el año 1527 tuvo por objeto el adoctrinamiento de la población morisca, cuya rebelión provocó el empobrecimiento de la institución y la reducción del proyecto arquitectónico original. El resultado fue un edificio a mitad de camino entre la tradición mudéjar y un clasicismo severo de estilo herreriano. Sirvió de culto hasta el último tercio del siglo XV, pero fue demolida por su avanzado estado de ruina y reducidas dimensiones. Las obras del nuevo templo fueron trazadas por el arquitecto Juan de Maeda en el año 1565. La construcción concluyó en 1594 con la nave central. En 1775 un terremoto obligó al desalojo de los canónigos y a mediados del siglo XIX se firmó la extinción de la colegiata. SEMANA SANTA DE NUESTRO SIGLO Y en esta iglesia del corazón albayzinero, se fundó en 1917, la hermandad decana de nuestra semana santa, la de Jesús de La Amargura, y nuestra Señora de Las Lágrimas, cuyas andas y posteriores pasos fueron construidos por los trabajadores de la fábrica de pólvoras de El Fargue, que también aportaban su banda de música para el recorrido, salpicado de saetas, porque consistía en salir de madrugada, realizando la catorce estaciones del Vía Crucis, camino de San Miguel El Alto, donde había que llegar con las claras del día. Ni que decir tiene, que éste recorrido tenía uno de sus puntos álgidos, al pasar bajo el arco de la Puerta de Fajalauza, en cuyos muros y a todas sus alturas, se apostaban meritorios cofrades revestidos con trajes de romano, lanza en mano, dándole al cortejo un complemento muy interesante. Ni que decir tiene que el Albayzín no dormía esa noche, ni sus tabernas se cerraban, así que los escándalos y desmanes fueron tan a tener en cuenta, que la autoridad eclesiástica no dudó en prohibir el vía crucis, y la hermandad comenzó un exilio que, la tuvo albergada durante muchos años, en la mismísima Catedral Lo dijo muy bien, Pepe Ladrón de Guevara, en su pregón a las hermandades del Albayzín: Los que en febrero de 1936, le metieron fuego a nuestra iglesia de El Salvador, no eran extremistas de izquierda, eran pobres analfabetos, ignorantes, que veían en ese hecho execrable, su única salida a la frustración de un momento político. Yo los catalogué de cabestros incultos, desde la impotencia de ver reducidas a cenizas, obras de arte, independientemente de su significado religioso. Me consta que en las filas de los anarquistas, siempre hubo gente en contra de estos actos, culta y formada claro, sabedores que con la quema de iglesias no se solucionaba nada, sino, todo lo contrario. Pero los ignorantes exaltados, siempre llevan una botella de gasolina en el bolsillo, aunque ahora la han cambiado por pintura en espray contra nuestros monumentos. Hay que implantar la trazabilidad, en la venta de estos botes asesinos del patrimonio.

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