lunes, 8 de agosto de 2016
AL FERIAL
AL FERIAL
Tito Ortiz.-
Mi corpus comienza en la carrera de La Virgen, con una sucesión de puestos a ambos lados, en los que comprar turrones, partidos ante tí de una pieza enorme, barretas, de las duras y las blandas, bastones de caramelo y caramelos que yo llamaba de salchichón, por su parecido a una rodaja de éste embutido. Se alternan los puestos en los que comprar los sombros de feria, esos de cartón, de vida corta, las pelotas con goma extensible, que no son más que un globo, forrado por bandas alternativas de colores vivos, a modo de rodajas de sandía o melón. En ese trayecto no falta el moro de la colonias, con suchilaba y el Fez, que pregonaba sin cesar: Para la calora, para la sudora. Y te vendía las colonias a granel medidas en un matraz. Siguiendo el paseo hasta el Humilladero, la parada de los tranvías, los puestos se convertían en los de coco a rodajas, camarones en cartucho de papel, chufas fresquitas conservadas entre grandes terrones de hielo, churros y patatas fritas.
El paseo del Salón, con su monumento a Colón y la reina católica, servía de pórtico a las casetas, entre las que destacaban, la de la Renfe, la del SEU, de los estudiantes, la del Real Aeroclub, El Palustre, El Compadre, la de la Policía Armada, con su electricista, Pepe Álvarez, que cada año se inventaba una iluminación, destacando la edición en que unas hélices pintadas de gris, como era lógico, servían de soporte a unos florescentes, y la de la Guardia Civil, que fue el asombro de todos, al instalar el año que el hombre llegó a la luna, un enorme cohete espacial en su interior. Las casetas competían en originalidad a la hora de la decoración, y todas tenían música en vivo, con los conjuntos musicovocales de aquí y la provincia. El año que Gelu cantó en la de la Renfe, fue todo un acontecimiento, con Eduardo y Los Windys, en la de los universitarios. Los componentes de La Real Sociedad de Tenis, y la del Tiro de Pichón, tenían un protagonismo especial en éste ferial, donde su presencia era imprescindible, Como la de la Asociación de La Prensa con su histórica Verbena en el Carmen de Los Mártires. El ocio y la diversión se éste ferial se extendía hasta los jardines de la Biblioteca Pública Municipal, y los cercanos kioscos de Las Titas. No menos ambientado estaba el bar, El Rancho Grande, en el vértice del Humilladero con la entonces, avenida de José Antonio, con la eterna sonrisa para sus clientes de Rafael, el padrino de bautizo de mi hermano, Falo. Al otro lado del puente de Genil, Gregorio servía el mejor bacalo frito, con permiso del de La Paguana, al inicio de la avenida Cervantes.
Y en el Violón, todas las atracciones para los más pequeños. La Noria, los coches de choque, el látigo, el infierno, el tito vivo, y el Teatro Circo Chino de Manolita Chén, o el de Antonio Encinas. Antonio Roldán Quirosa, el sobrino de Sacramento, la modista, se enroló un año con ellos, y terminó viviendo en Valencia, aunque venía con frecuencia. Había sido árbitro de fútbol, y representaba a algunos jugadores. A principios de los años setenta regresó para presentar un sistema incrementador de ventas llamado, Tikes Rolki, con el que conseguías puntos en las tiendas, que pegados en una cartilla, se canjeban por productos del establecimiento. En el teatro portátil, aquellas noches de corpus, cantaban los mejores de la época. Juanito Valderrama, Rafael Farina, La Paquera de Jerez, junto a los mejores humoristas del momento como, Juanito Navarro y Lina Morgan, Toni Leblanc, y unos jovencísimos, Arévalo o Manolo de Vega.
Los bomberos hacían guardia con sus camiones autobombas en el lugar para evitar cualquier incidente. También estaban los voluntarios de la Cruz Roja con su uniforme militar, y los empleados de la Compañía Sevillana, por si se producía algún corte de suminsitro. Era un corpus de Miércoles a Domingo, que unido a los carteles de toros, con todas las figuras que organizaba, don Luís Miranda, hacían de Granada, una de las ferias más importantes y elegantes de Andalucía, en la que no faltaba el castillo de fuegos artificiales en el embovedado, el concierto de la banda militar de la IX Región Militar, dirigida por Julio Barabotto Brocco, y la retreta militar para al grito de: ¡catetos a su pueblo!, los capitalinos echar a los forasteros que durante estos días, habían disfrutado de un corpus inolvidable.
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