martes, 2 de agosto de 2016
LA ALEGRE AGONÍA
Con ésta moda de quemarnos ahora, los muertos no dejamos rastro en el mundo de los vivos. Yo siempre he sido muy moderno, por eso dejé bien claro que quería ser churrascado, y que mis cenizas se esparcieran en el reloj del sol del Llano de La Perdiz, un asunto que mi familia cumplió a la perfección. Pero por otro lado, me da pena que los cementerios ya no puedan seguir engrosando las listas de monumentos funerarios de gran valor artístico, como el nuestro, por ejemplo, que en los patios del paseo central, tiene la firma de los mejores escultores de la época. Yo que estudié mis carreras a la sombra de los cipreses que ornamentan las mejores tumbas y panteones, tengo que reconocer, que entre el siglo diecinueve y parte del veinte, algunos cementerios son auténticos museos dignos de visitar como es el caso del nuestro de San José. Uno cae rendido ante el crucificado del maestro, Navas Parejo, y luego puede admirar el panteón de Melchor Almagro, o el ángel de los Rodríguez Acosta, la novia, los niños. Los mejores escultores de Granada, durante algún tiempo, dejaron lo mejor de sí en el cementerio para admiración de las nuevas gentes. Pero eso ya no va a pasar. El propio panteón municipal de los ilustres, lugar de honor y privilegio para enterramientos de postín, parece más un montacargas, que un lugar que rezume arte y belleza. Corren tiempos eclécticos, y sobre todo, baratos, para eso no hay más que ver, el saldo de políticos de todas clases y pelajes que hemos elegido ya dos veces, y que a uno le dejan muerto, menos mal que yo ya lo estoy, pero me dan pena los vivos que tienen que sufrir a tanto inepto, con sueldo inmerecido a su rendimiento y saber.
Ahora que ya los cementerios no van a seguir albergando lo mejor de nuestro arte, justo es permitir al palmado y a sus familiares, que al menos, presuman en tan postrer momento, de un ataúd elegante, cuando no artístico, aunque solo sea visto por unos minutos en la sala del adiós. Ya lo dijo en aquella única televisión española del paseo de la habana en Madrid, el gran Toni Leblanc, cuando intervenía en las “Galas del Sábado”, que presentaban Laurita Valenzuela y Joaquín Prat. Leblanc, hacía varios personajes inolvidables como, Cristobalito Gazmoño, un niño con un aro, que solía repetir para presumir: Mi padre tiene un barco, mecachis en la mar. O aquel boxeador, Kid Tarao, que decía: Estoy hecho un mulo, de la casa de campo al gimnasio. Del gimnasio a la casa de campo, estoy hecho un mulo, y Pepe Legrá, se tiraba al suelo de la risa. El profesor Carrasclás, que era un viejo que salía con un conejo vivo, al que insistí: Dalmasio, Dalmasio, mírame Dalmasio, sin que el conejo le hiciera el menor caso. Pero uno de sus personajes más atractivos, era aquel locutor de radio, que daba la publicidad en directo, como lo hacían en su tiempo, Mercedes Domenec y Pepe del Real, en EAJ-16. Entonces Toni se ponía muy serio, y daba algunos anuncios de los que rescato dos de mi memoria de vivo entonces. El primero alusivo a las telas que comenzaban a parecer entonces como gran novedad porque no se planchaban, como el tergal y la terlenka. ¡Señora! compre para su marido la famosa camisa, “Pimpilín”, Camisa Pimpilín, no se lava, no se arruga, no se plancha… de la primera puesta se tira. Y el segundo que viene al caso, que ni pintado: ¡Caballero! Sea elegante hasta la última hora…Funeraria, La Alegre Agonía. Durante años me reí de tamaño disparate, hasta que en mi primera visita a Cuenca, en los primeros años setenta, para conocer su morteruelo y la Ciudad Encantada, cuál no sería mi sorpresa, que en la arteria principal de la capital, había una funeraria decimonónica, llamada: La Alegre Agonía. Durante un rato no paré de reír, y más de uno me tomó por loco. Gajes del oficio.
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