viernes, 26 de agosto de 2016
LA RADIO
LA RADIO
Tito Ortiz.-
Los niños y niñas de los cincuenta, tenemos una deuda eterna con el cuadro de actores de Radio Madrid. La televisión no había llegado a casa, y lo que es peor, ni se le esperaba. Nuesta única distracción y la de toda la familia, era la radio. Aquel mueble de madera barnizada, con una rejilla dorada que ocultaba el altavoz y sus tripas. Unas lámparas que tardaban una eternidad en dar sonido, desde que la conectabas hasta que oías algo. Dos frecuencias: Onda Media y Onda Corta, eran todas nuestras posibilidades, y hasta las doce de la noche, porque a esa hora, sonaba el himno nacional y se acabó lo que se daba hasta la mañana siguiente. El parte, osea, el Diario Hablado de Radio Nacional de España, a las catorce treinta y a las 22 horas, era la única posibilidad de saber que pasaba en el mundo, porque si querías saber de verdad que pasaba en España, había que utilizar una antena de gusanilllo en el balcón, y tratar de sintonizar, Radio Pirenáica, Radio Andorra, o Radio París, que eran las únicas que de verdad te decían lo que pasaba aquí, pero si te pilllaban oyéndolas, te encarcelaban por no ser afecto al Régimen.
Así que oír la radio era una ceremonia familiar, que sucedía todos los días junto a la mesa de camilla. Mí Marconi, tenía un torero y una gitana, sobre un tapete de croché que había hecho con primor mí tía Loli. Por la tarde a eso de la hora de la sobremesa, escuhábamos sin rechistar, "Ama Rosa", con aquel guión envidiable de Guillermo Sautier Casaseca, con las voces de Rafael Barón, Juana Ginzo, Joaquín Peláez, y Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso y Matilde Conesa, entre otros. "Lucesita", marcó una época, en las radionovelas, como Simplemente María, pero que decir de aquel concurso que conducía, Juan de Toro, llamado, Caja o Dinero, que patrocinado por Avecren, Gallina Blanca, te permitía llevarte hasta un seiscientos. Los jueves por la noche todos llorábamos junto a la radio al escuchar a, Alberto Oliveras, en su programa, Ustedes son Formidables, en el que pedía la colaboración económica para infinidad de casos extremos de pobreza o desgracias, como el incendio en el asilo de Pola de Siero, que dejó a los ancianos en la calle sin techo. En casa seguimos con pasión, la eternidad de capítulos en que se contó la vida de "Fray Escoba", aquel Fray Martín de Porres, al que se le llegó a ver en dos sitios a la vez, a muchos kilómetros de distancia. Nos desternillábamos con las aventuras de, Matilde, Perico y Periquín, que siempre terminaban con una trastada del niño. Y en los últimos tiempos, nos encandilábamos con, La Saga de Los Porretas. Años atrás habíamos sido devotos de, Cabalgata Fin de Semana, con Bobby Deglané, y de la voz de José luís Pécker.
La radio era nuestro escape de la realidad cotidiana, tan triste y llena de carencias de todo tipo. La radio nos evadía durante unos minutos, nos transportaba a un mundo de ilusión, de fantasía. La radio, esa que trasmitía el Ángelus a las doce en punto del medio día, el santo rosario a las seis de la tarde, y la misa de diez los domingos, para los enfermos que no podían ir a la iglesia, esa radio, nos hacía participar de un buen teatro, o de crímenes inimaginables como los que se narraban todas las semanas en, El Criminal Nunca Gana, cuyos guiones salían de las mentes de los hermanos, Baylos. Inspectores de Trabajo durante el día, y expléndidos guionistas de radio por las noches. Unas noches llenas de crímenes y sobresaltos, hasta dar con el asesino, que serían motivo de conversación con los vecinos al día siguiente. Igual que las intervenciones graciosas de, Mariy Sancpere, en Radio Peninsular. Noches de carcajadas, con las 22 voces distintas que un artista de la radio irrepetible hasta ahora como, Pepe Iglesias, El Zorro, nos hacía pasar, con textos propios que él solo interpretaba. La radio es el único medio de comunicación, que te permite imaginar, a través solo de una voz. Luego, con los años, la radio comenzó a padecer una enfermedad, la "informatitis", y se hizo más seria, con rictus de malafollá permanente. Para compensar, se inventaron las emisoras musicales, pero no es suficiente. La radio debe recuperar su faceta de entretenimiento, y culturizar al oyente. Muchos supimos lo que era el teatro, muchos años antes de pisar un patio de butacas. Eso se lo debemos a la radio, entre otras muchas cosas.
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